sitios de vida

relatos y recuerdos van tomados de la mano

Sunday, May 14, 2006


La Diosa
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Devorado por la fiebre, Jacinto dormita en un catre de lianas. Ya no puede mover el cuerpo y su pierna derecha destila un líqudo caliente que emana de una profunda picadura de reptil venenoso razón por la cual quedó abandonado en la selva.
En la nebulosa del sueño hilvana las imágenes de lo sucedido... ¿cómo llegó hasta aquí?¿cómo se inició esta odisea?
Intenta recordar lentamente desde el principio y borrosas figuras le invaden su mente.
Un viaje que comienza como tantos otros, emprendidos en el correr de su azarosa vida.
La vieja “guagua” se desliza lenta y quejosa entre la majestuosa selva colombiana.
En su vientre se arremolinan una treintena de vidas duras y resignadas. No ocultan la desazón que invade sus corazones al atravesar esa peligrosa región, que transformó su belleza en horror, al ser refugio de hordas fantasmales que pululan en su interior.
Se miran entre ellos con desconfianza, con ojos huidizos de roedor asustado, recorren desde las ventanillas, el espacio de fronda que tienen ante sí.
Bandadas de pájaros brotan de ese lugar verde intenso, alborotados por el sonido impertinente del transporte. Con su vuelo pueblan de notas de color el espacio amenazante y polvoriento.
Pronto sabrán que ese paraíso casi inexplorable, guarda en su seno cosas que contrastan con su magnificencia.
Temen por su destino incierto
De repente una aparición les corta el paso y el aliento.
Fantasmagóricas figuras, armadas hasta los dientes, surgen de la selva como simios al acecho.
Seres marginados acuciados por el hambre han formado un insólito y temido ejército, en el que se juegan la vida en forma constante.
Son los mercenarios de la gran diosa blanca, a la que obedecen sin discusión, entregando sus vidas, sabiendo que ella reina en los dominios de la muerte y son pocos los que escapan a sus garras.

Un chirriar de frenos y enormes nubes amarillas rodean al transporte y a sus asustados ocupantes... ¡llegó la hora!
Descienden lentamente, y puestos en fila, frente a un utópico comandante esperan el dictamen de los saqueadores.
Para éstos el botín es alto. No hurgan en las raídas pertenencias de los viajeros que se acumulan en lo alto del cascajo, sino que el valor del atraco es mucho mayor. Necesitan nuevas vidas para engrosar las filas de la déspota dama.
Los pasajeros lo saben y resignados, caminan hacia los siniestros soldados del terror.
Van dejando en su camino, amores, ilusión, sangre y corazón
¡Es el fin! .
La selva arrolladora devora lentamente a esas criaturas para incorporar sus vidas a la verde oscuridad y transformarlos en nuevos seguidores incondicionales de la trágica diosa: la droga.
nelida

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